domingo, 16 de julio de 2017

HABANEANDO...primeros pasos en...CUBA


Plaza de la Revolución 

Este espacio que se encuentra en el callejón de Hamel representa la Santería, una religión AfroCubana introducida por los mismos africanos en su llegada al territorio a modo de protesta ya que no podían formar parte del cristianismo por su condición de esclavos.  

Desde que salimos de Barcelona fueron 35 las horas que tardamos en llegar al primer destino latino. Aunque no necesitamos tocar tierras cubanas para hacer los primeros contactos i empezar a sentir la proximidad de esta gente tan especial. Durante la larga espera en el aeropuerto de Boon, Milagros ya nos brindó esta esencia que caracteriza la personalidad de Cuba: gente muy expresiva, social, extrovertida y sobretodo hospitalaria. Ella no sólo nos explicó mil y una historias sobre su país, su religión y su gente, sino que también ofreció la casa que tiene en la Habana para aprovecharla antes de partir hacia México.

Llegamos a las 12:00 am, cansados pero excitados por la emoción de empezar lo que seria el inicio de una larga aventura. Aunque esta falta de horas de sueño no impidieron salir un rato y pisar las calles de la gran capital juntamente con la chica alemana (Vera) con la que compartimos habitación. Breves fueron los momentos que necesitaron los cubanos para querer establecer una primera conversación i conocer alguna cosa sobre este trío que andaba a esas horas por los callejones de la Habana. Así pues, gente de la que inicialmente dudas debido a este sobre interés por conocerte y del cual no estamos acostumbrados, nos invitó a tomar unas cervezas al parque.

Un espacio que inicialmente empezó siendo un lugar para conversar acabó conviertiendose en una pista de baile donde descalzos y sudados, aprendimos nuestros primeros pasos. En pocas horas empezamos a sentir el ritmo en la sangre, la salsa nos acompañó durante horas y nos permitió conocer y no prejuzgar aquella personalidad tan distinta a nuestra cultura. Allí nos dimos cuenta de lo que nos esperaba en aquel país donde la música y más concretamente la salsa, formaba parte de la vida de los cubanos. Un recurso al alcanze de todos y que permite escapar de cualquier falta material o emocional.

Así pues, el primer dia decidimos que Giovanni, el chico que nos invitó al parque la primera noche, nos acompañase a conocer las calles de aquella ciudad peculiar formada por casas de distintos colores, desgastadas por fuera pero vivas por dentro. Y decimos vivas por lo que existe adentro, almas llenas de energía que bailan al ritmo de la música y te invitan a sentir esta sensación de locura por la salsa.

En aquel momento nos encontrábamos andando por las calles de la Habana vieja y empezó a diluviar, casualidades del destinó quizás, pasamos por delante de una casa donde el sonido de sus altavoces retundaban en los oidos de la gente que pasaba por afuera. La pequeña pero grande familia que vivia adentro nos invitó a refugiarnos y gozar de la fiesta que estaban armando en cinco metros cuadrados un domingo por la mañana. Una fiesta en donde no podía faltar el ron seco y el ritmo latino.


En un primer momento la desconfianza se apoderó de nuestra razón a la hora de actuar de una forma prudente, pues personas que no conocíamos de nada nos abrían las puertas de su casa y nos invitaban a bailar y compartir con ellos esta experiencia. Supongo que no estamos aconstumbrados a esta hospitalidad, hecho que en un principio nos crea una cierta incertidumbre. Sin duda, una sensación que tras pasar unos minutos fueron diluiéndose gracias a la próximidad que te mostraban, las sonrisas, los abrazos y las ganas de que aprendiésemos a hacer esto que ellos bien adentro de sus cuerpos tienen; el amor por la salsa.  





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