martes, 13 de febrero de 2018

NOS DESPEDIMOS DE PANAMÁ

Cada vez que cambiamos de país cerramos una pequeña etapa. Es como cerrar un pequeño viaje dentro del gran viaje, como terminar un capítulo a pesar que el libro siga, pero entendiendo que cada país que dejamos atrás supone un "pack" de experiencias, lugares y vivencias muy particulares, es idecir, aprendizajes. Por ello resulta interesante poder recogerlo a modo de reflexión, es lo que llamamos aprendizaje simbólico, el reflexionar sobre las experiencias vividas. 


Esta vez hemos vuelto a cambiar el ritmo de viaje pues veníamos de unos meses de ruta continua, buscando los rincones más especiales de cada lugar y en Panamá hemos querido darle otra orientación. Un rumbo que nos ha abierto nuevas puertas por descubrir y que de bien seguro nos enriquecerá más de lo que pensamos; la permacultura. 

Lo cierto, es que nada sabíamos de éste país, más allá de su popularidad como paraíso fiscal, donde se esconden los conocidos "papeles de Panamá" de los que tanto hemos oído hablar, siendo gran tapadera de tramas de corrupción de personas notablemente halabadas. También habíamos oído acerca de su gran canal que conecta los dos Océanos, de la polémica Fronteriza de tierras pantanosas divididas entre narcos y las FAR, y de la conocida prisión de Soná de donde Scotfield también consiguió escapar (y que por cierto no existe). 

Rápidamente se palpaba las influencia americanas del país. Y es que Panamá siempre ha sido a nivel comercial un lugar geograficamente muy estratégico. Dispone del punto más estrecho entre los dos oceanos, de aquí que siempre ha estado envuelta de intereses por ser dominada. Como no es de extrañar, Estados Unidos ganó el pulso al resto de países al ofrecerles el soporte necesario para que Colombia no se interponiese en la creación de su República. A partir de éste momento, le abrieron las puertas a ésta potencia mundial capaz de devorar cualquier cultura por tal de imponer la suya. La construcción del canal de Panamá fué la moneda de cambio para que Estados Unidos pudiera poner la huella en un país fronterizo entre sudamérica y centroamérica y obviamente entre ambos océanos.

Pero a pesar de la baja expectativa del país (habiendo sido advertidos de sus precios a la altura de Costa Rica), nos despedimos satisfechos por las amistades, aprendizajes y nuevos rincones naturales que nos ha ofrecido Panamá. Una primera parte de exploración de la zona norte: por una parte las islas de Bocas del Toro que a pesar de la lluvia nos permitieron palpar el ambiente del lugar y por otra parte la zona de montaña interior en Boquete, presentado por el sendero de los quetzales que nos devolvió nuestro espíritu más aventurero. Después no podíamos obviar la zona central sin pisar ésta ciudad de contrastes que nos dejó bien sorprendidos. Y por último pudimos formar parte de la vida más rural del país en dos contextos totalmente distintos, primero en una zona de lluvia y montaña y después de sol y laguna.

Y también  es cierto que seguiríamos a día de hoy en alguno de esos rincones si no se nos hubiera presentado una oportunidad única para abandonar el país: ¡Los carnavales de Barranquilla nos estaban esperando! así que tocaba volar para Colómbia, nuestra siguiente meta de la carrera.


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