miércoles, 14 de marzo de 2018

ISLA GRANDE: entre el paraíso y el infierno


Con el objetivo de despedirnos del Caribe decidimos dirigirnos a esta isla de alrededor de 900 habitantes, Todos ellos nativos del lugar, han defendido hasta la saciedad el intrusismo del gobierno y su futura burbuja inmobiliaria e inversión con objetivos puramentente económicos. De esta manera, y solo a través de la unión, han conseguido mantener esa esencia un tanto cubana que le da a la isla una identidad especial.



Después de recorrer gran parte de la isla buscando el precio más razonable, decidimos alojarnos en una cabaña de lo mas acogedora. Sabina, la dueña de "Los Cocos", nos pareció una mujer agradable con la que compartir estos 4 días. Con su carácter, energía y su manera de ser nos sentimos muy cuidados y queridos. 


Durante estos días nos adaptamos a las circunstancias del lugar, la escasez de agua hacía que los cubos para bañarse y limpiar se tuvieran que racionar y la falta de energía hacía que la noche se tuviera que iluminar con la magia de las velas. El calor lo soportamos con las bellas playas puramente caribeñas con arena coralina y aguas transparentes que permitan vernos los pies pisando el coral arrastrado por las corrientes. Sin duda, con este regalo del mar cualquiera no se adaptaba a las peculiaridades de la isla, que afortunadamente nos recordaron la importancia de subministrar bien el agua y de aprovechar al máximo la luz del sol.







TERROR EN EL ARRECIFE

En nuestro último día en la isla, quedamos parados en la playa observando el gran arrecife de enfrente, rechazando con resignación cada uno de los vendedores de tours que ofrecían uno de los mejores "snorkels" de la zona.

Pero no podíamos despedirnos del caribe sin una última exploración submarina, así que esperamos a que pasaran las horas de afluencia de lanchas, nos untamos de crema, agarramos nuestras gafitas de piscina y los tubos...¡ y a nadar mar adentro!


Si bien es cierto que durante el camino hasta el arrecife la zona estaba bien despejada de lanchas, también lo es que de todos modos nos venían algunos pensamientos turbios a nuestras cabezas "el agua se está picando... Y por ahora sólo se ve arena" "¿ y si es una falsa distancia de esas que parecen cerca pero nunca llegas...?" "¿No estaremos demasiado cansados a la vuelta para volver, no?

Paramos para valorar y respondernos éstas preguntas, pero realmente estábamos ya muy cerca. Teníamos que intentarlo y sabíamos que allí podríamos hacer pié y descansar.

Y la verdad es que no costó mucho esfuerzo más. allí estábamos, en un arrecife de coral precioso, sin lanchas ni gente, habíamos llegado por nuestro propio pié ¡y sin pagar nada! Empezamos a explorar esas aguas siguiendo los corales y buscando los pececitos que se iban escondiendo a medida que percibían nuestra presencia. Era un fondo marino bastante rico pero había que vigilar y "bailar con las olas" evitando tocar los corales, en algunas zonas bastante próximos por la poca profundidad y la fuerza del agua.

En uno de los descansos a la superficie, algo nos alertó. Habíamos estado tan concentrados mirando hacia abajo, que nuestra atención quedó totalmente acaparada debajo del agua.

- "Marta allò negre d'allà..."
-"merda, sí, un tauró? Un tauró!"

Destrás del arrecife y apenas a unos escasos metros, pudimos ver como por encima del agua se perfilaba perfectamente una aleta negra que surcaba cambiando de dirección.

Creo que nunca habíamos nadado tan rápido. No hubo tiempo para valoraciones o apoyos de consolación, el objetivo era llegar a la orilla lo antes posible pero la distancia, el oleaje y el miedo no permitieron que la angustia fuera sólo momentánea. La lucha en cada brazada era casi la misma que el esfuerzo por apartar los pensamientos que invadían nuestro cerebro. El tiburón desgarrándonos una pierna mientras se teñía el agua de rojo e interminables hipótesis sobre cómo salir de esas horribles situaciones... Sí, el cine ha hecho mucho daño y cuando el miedo se apodera de ti la lucha interna es tan importante cómo la externa.

La respiración por snorkel aumentaba la angustia al hiperventilar así que lo mejor era prescindir de él y respirar normal, mantener la calma y nadar al 80% asegurando la llegada a la orilla.

A pesar de que nuestra velocidad era mucho más inferior a la que deseaba nuestra cabeza, logramos llegar e incluso contemplar cómo aparecía y se escondía la aleta en el horizonte.

Los vendedores de tours de snorkel apelaban a que era una boya o quizás un delfín, pero las boyas son de colores porque su función es que se vean y los delfines van en manada y brincan... Estaba claro que no podían permitirse que tal verdad les hundiera el negocio.

al llegar a la casa, Sabina nos contó que cerca de la isla había un "acuario" un sitio de éstos dónde tenían tiburones encerrados en mega jaulas y que les iban alimentando para contar con una atracción turística más, y que hacía un par de meses uno de ellos consiguió escapar y se le había visto rondando a las afueras de la isla. No cabía duda de que nos habíamos salvado de una buena.

Al día siguiente tocaba abandonar la isla y no pudimos evitar centrar la vista hacia esa zona cuando la lancha pasó por allá. Y no podíamos creer lo que veíamos, en un momento degustamos la mejor versión del sentimiento de la estupidez humana, a la vez que reafirmamos como el miedo puede condicionarte a ver y actuar a su favor. Señores, señoras.... Era lo más parecido a una aleta pero se trataba de una puñetera boya. Si, era una jodida e inocente boya.



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